El Rey habló, como todas las Nochebuenas desde hace más de 40 años. Y pese a los esfuerzos denodados del vicepresidente del Gobierno, en los hogares españoles el debate que se ha avivado no ha sido el de monarquía o república, sino el recuerdo de las 71.063 sillas vacías en las mesas de los españoles y si alguien asumirá la deplorable gestión que ha derivado en esas ausencias insoportables que su Gobierno, además, no reconoce oficialmente.
El Rey habló, y por ello ha centrado su discurso en la pandemia, en la ruina económica, en el futuro de una juventud asolada por el paro, en los sanitarios y los militares que lucharon contra el virus… Y en la defensa de la Constitución “que todos tenemos el deber de respetar” y en la confianza en el futuro.
El Rey habló, y marcó distancias con su padre recordando “los principios morales y claros que los ciudadanos reclaman de nuestras conductas. Unos principios que nos obligan a todos sin excepciones, y que están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares“. Y Felipe VI ha hecho bien en alejarse en el discurso de Navidad más vigilado de su reinado, que no el más importante. Éste fue el del 3-O en Cataluña y aquella noche volvió a cumplir y dio esperanza a cientos de miles de catalanes y de españoles que se sentían abandonados en medio de un intento de sedición y la inacción de muchos, algo que no le perdonan quienes hoy se sientan en el Consejo de Ministros -y pedían mandar a los borbones a los tiburones– y los socios de ERC y Bildu que les sostienen.
El Rey habló, señor Iglesias, y en los hogares españoles, antes de cenar, de seis en seis, de diez en diez, el debate que se avivó fue el de las sillas vacías. El de las 71.063 sillas vacías que, según las estadísticas del INE, ha provocado esta maldita pandemia y, muchas de ellas, la mala gestión de unos gobiernos, centrales y autonómicos. Esos políticos, señor Iglesias, que según el CIS son el tercer problema para los españoles con más de un 10% de preocupación mientras que la monarquía, esa que usted señala, no llega al 0,1%.
Por: Alberto Pérez Giménez
(Vozpopuli)
