He querido dejar este fin de año un poco de esas historias que nos acompañan en estas días, y que mejor que comenzar con Papá Noel.
Su vida está inspirada en la del obispo cristiano San Nicolás de Bari, quien vivió en Anatolia, actual Turquía, a lo largo del siglo IV y del que aún en nuestros días se conservan sus reliquias en la Basílica de San Nicolás, en el pueblo de Bari (Italia).
Cuenta la leyenda que, cuando un desalmado individuo acuchilló a varios niños, el obispo no dudó en rezar inmediatamente por ellos, lo que hizo que se curaran casi al instante. Además de esto, se dice también un hombre muy muy pobre tenía 3 hijas, a las que no podía casar por no poseer la dote requerida.
Sabiendo esto, San Nicolás le entregó una bolsa llena de monedas de oro a cada una, lo que hizo que se pudiesen casar finalmente. El obispo hizo todo esto en secreto, entrando por la ventana y colocando la bolsa de oro en los calcetines que colgaban de la chimenea, y que habían sido puestos allí para que se secaran.
A él se le atribuyen muchísimos milagros por toda Europa y el Mediterráneo pero, se cree, que su transformación definitiva en Santa Claus tuvo lugar a comienzos del siglo XVII, cuando inmigrantes holandeses llegaron a la actual Nueva York y llevaron con ellos sus tradiciones, entre las que se encontraba la de su patrono Sinterklaas (San Nicolás, en holandés).
Además, parece que la imagen de Papá Noel surcando los cielos con un trineo y unos renos voladores proviene del dios pagano Odin, quien viaja a través del firmamento montado en su caballo de ocho patas Sleipnir.
